Re-imaginar una brújula política. Trazos para una conversación democrática

¿Cómo dotar a la democracia moderna de un dinamismo renovador y creativo? En tiempos de intenso cuestionamiento y sacudidas sociales a nivel global, la tarea de revisar el camino andado, revalorar tradiciones y asimilar lecciones, a la par que se examinan otras vías de encuadre y escenarios probables para reorientar ese proyecto político, se torna no solo en un imperativo ético, sino en un desafío intelectual que pone a prueba el pensamiento crítico, la labor científica y la imaginación política. Las líneas que siguen son apenas un intento de trazar un ejercicio sobre esas cuestiones y de explorar algunas pistas analíticas como vías de salida.

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La democracia como proyecto moderno es un marco a seguir en la construcción político-institucional de las colectividades actuales; así como en la formación cultural y ética de sus ciudadanos. Lo cual no implica que sea una respuesta rígida a los dilemas y retos del gobierno en tales sociedades. En efecto, su implantación, rumbo y destino ocurren en un contexto histórico particular —el cual moldea su carácter y dinámica, aun cuando además reciba influencias externas e incorpore trasferencias ideo-políticas del escenario global—. Por otra parte, una vez integrada a la vida política, afianzar su institucionalidad y respaldo cultural entre los gobernados, conlleva una tarea muy exigente y compleja. Nada garantiza que se preserve sin más, o que, al exponerse a embates externos (y yerros propios), no decaiga e incluso no peligre su continuidad.

(NOTA: La presente entrada fue escrita en diciembre de 2019, y se mantuvo inédita durante estos meses. Hasta hace poco el autor le hizo algunas correcciones de forma, con el propósito de publicarla en el Foro Gestión y Política Pública. Una continuación de los planteamientos previos, pero más orientada a explorar, en clave democrática, las condiciones y retos que plantea la actual crisis sanitaria puede consultarse en este mismo Blog).   

El tiempo de la democracia: ¿ha perdido el rumbo?

En este último punto, de gran cuestionamiento y riesgo, están hoy las democracias. Hay un malestar y enorme desconcierto con respecto a la política democrática, pero también desafíos a su capacidad de reinvención y resiliencia. El embate populista revela debilidades estructurales (Eatwell y Goodwin, 2019), y también una parálisis y extravío en lo cultural, como campos no afrontados por las democracias liberales de hoy.

En su versión liberal y constitucional —que arropa al Estado de derecho, las libertades individuales y la cultura democrática en la vida pública—, algo propio y circundante a ella eclosionó con el paso del tiempo. De otro modo, no se entendería el actual curso declinante e incluso perturbador que se experimenta con respecto a ella.

Así, por ejemplo, el liberalismo es un componente de los Estados modernos que requiere replantear y renovar sus nexos con los elementos democráticos y civiles (Krastev y Holmes, 2019), y su capacidad de articulación con otras concepciones ideo-políticas que emergen, sin plasmarse del todo en la práctica institucional, en la era global.

El marco institucional que proveen los Estados de derecho y sistemas de derechos humanos, son un piso de ordenación perenne y un legado jurídico-político que hay que revalorar y readecuar a las condiciones de un mundo globalizado como el actual. Se trata de desafíos globales que tienen relaciones críticas con varios escenarios y posturas: unos entornos locales y regionales heterogéneos, disruptivos y asimétricos, socialmente fragmentados e inequitativos, tecnológicamente intensificados (a la vez que riesgosos y sometidos a presiones securitarias), y con exigencias de identidad y sentido (con posiciones culturales que oscilan entre tendencias polarizantes y compromisos unificadores), así como con expresiones de desconfianza y desencanto respecto al desempeño de las instituciones representativas, administrativas y judiciales —principalmente, ahí donde los modelos político-institucionales apenas se inician como democracias o tienen poco de haberse instituido—.

Si en la democracia, considerando un amplio rango de visiones y realizaciones en torno a ella, anida intrínsecamente una dimensión prescriptiva (un “deber ser”) que la hace ser como es, moldeando su dinámica y trayecto; quizá lo que cabe interrogar y revisar son los términos que subyacen hoy a sus ejes y premisas, buscando captar vías emergentes que la retan, a fin de situarla y (re)imaginarla desde ángulos no previstos, pero que se revelan promisorios y estimulantes.  

Situación global del proyecto democrático: dimensiones y críticas

Los indicadores sobre la situación global de la democracia revelan, en general, una tendencia declinante y debilitada en ella en gran parte del mundo. Particularmente, ello se constata considerando lo ocurrido en las últimas cuatro décadas. Por ello —como reporta un reciente informe (2019a y 20019b) del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA, por sus siglas en inglés)—, paradójicamente, aunque aumente el número de países incluidos en alguna modalidad de democracia, su calidad está cada vez puesta en entredicho.

Un factor que, según tal entidad, contribuye al retroceso democrático en el orbe es el ascenso del populismo. De acuerdo a esa visión, éste es visto como una expresión no solo externa a la vía democrática, sino abiertamente contraria a ella. Sin que en un nivel y sentido relevantes este fenómeno carezca de impacto en el deterioro institucional de las democracias, conceptual y políticamente hay una valoración errónea del vínculo entre éste y el arreglo democrático como un todo. Mientras el debilitamiento institucional de los sistemas democráticos no es reciente, y asumía grados y rasgos preocupantes en países con débiles Estados de derecho, actualmente llega a un punto inquietante por la profundidad y persistencia del desarreglo que genera. No obstante, el populismo es una tendencia que ha estado presente dentro de la vida democrática de muchas sociedades, sin tomar la fuerza y predominio que hoy tendría (y cuando realmente la destruía, él mismo —como sostiene Finchelstein (2019: 26)— dejaba de ser tal). Otros factores sociohistóricos y políticos que de facto instrumentalizaron al modelo demoliberal, sin que surjan respuestas (e identidades) con sentido de rectificación, salvaguarda y creatividad, fueron imponiéndose en el trascurrir de unas décadas, arrastrando a su paso a las opciones y latencias populistas insertadas en el mismo sistema hasta radicalizarlas con su estímulo regresivo, y hacer aflorar así las fisuras y embates que hoy la laceran con notoriedad.   

Sin embargo, manteniendo las premisas de base de las que derivan la construcción de sus indicadores, tales organismos parecerían dimensionar linealmente a las democracias como unas formaciones fijas en el plano sociohistórico. En realidad, diversos elementos, cursos y tensiones combinadamente parecen confluir en un plano estructural del sistema político y cultural, sin que aún sean examinados, aunque sea aproximativamente, con el debido equilibrio y precisión.

Orígenes recientes del retroceso democrático: una revisión histórica

¿Qué ha ocurrido con, y a dónde va, la democracia según ese panorama? Una aproximación histórica a ella (al menos en las últimas cuatro décadas), bajo una mirada global, permitiría dimensionar con un mayor acierto su situación y tendencias como proyecto político. Cinco acontecimientos críticos al parecer resultaron cruciales para un devenir actual de ella —uno no precisamente halagüeño—: a) la profundización del fundamentalismo de mercado, como una línea arraigada e incuestionada en los modelos políticos contemporáneos de gran parte de las naciones y bloques regionales, bajo el ejercicio hegemónico de una tecnocracia econo-política como conductora de esa veta oligárquica de la democracia; b) la legitimación del discurso y la práctica de un Estado policial como modelo securitario de control de la vida social, cultural y política, basada en la justificación de la lucha contra un “enemigo” difuso y peligroso a escala global: el terrorismo (a partir del 11 de septiembre de 2001), que se extendió más allá de sus contornos legales para asentarse en las mentalidades, intereses y estrategias de muchos actores, organizaciones y entornos del planeta —como política de miedo o como referente gubernamental al que cuestionar y contrarrestar desde la esfera civil—; c) el advenimiento de una era digital política y tecnológicamente orientada por los  criterios y pautas de los actores poderosos previos, destinada principalmente a favorecer sus intereses corporativos y gubernamentales, haciendo uso de herramientas sofisticadas y cubiertas de un manto protector como: la vigilancia electrónica computarizada y vía telefónica, la inteligencia artificial, el Big Data, el internet de las cosas y más recientemente la computación cuántica;  d) la sucesión de crisis financieras diversas que se sustituyeron unas a otras hasta confluir una de mayor impacto y sacudimiento estructural: la crisis financiera del 2008-2009, fomentada por los arreglos y posiciones que le permitía, con márgenes de maniobra inmensos, sin ningún freno que los limite, a los actores económicos y financieros la vía tecnocrática antes mencionada; e) conjuntando las vetas anteriores, la politización activa y estratégicamente ambiciosa de las élites enquistadas para moldear oligárquicamente la política, cultura y economía, con sus criterios, recursos y ordenamientos impuestos, utilizando los medios más sofisticados y siniestros a su alcance (sesgos mediáticos y publicitarios, vigilancia masiva e indiscriminada desde el gobierno y las corporaciones), al margen de una lectura de los escenarios políticos, culturales, tecnológicos y ecológicos que como “fermento social” los desbordarían (a los sectores institucionales y moderados de la política democrática) en los últimos años, con un decantamiento populista y de extrema derecha aún hoy activo en la escena global.

En suma, riesgos de una naturaleza político-económica (fundamentalismo de mercado, impulsado por fuerzas tecnocrático-oligárquicas), tecnológica (un super entramado de control digital, o un siniestro panóptico global, sobre la vida política, económica y civil) y ecológica (la ceguera y deliberada inacción para afrontar la emergencia climática como lastre estructural) habrían condicionado profundamente la orientación y capacidad del proyecto democrático, hasta vaciarlo y llevarlo al nivel regresivo en el que hoy se encuentra.

Si hay que ser justos no todo se inclinó hacia el dominio previo. La caída del muro de Berlín en 1989 fue un hito histórico (o un punto de quiebre) en la política global, como muy pocos acontecimientos. Se requerirá, sin embargo, más de un análisis profundo para aquilatar su trascendencia y repercusión sociopolítica a distintas escalas y profundidades en la geopolítica mundial. Pero, con el conocimiento histórico disponible, puede decirse que abrió horizontes y visiones hacia construcciones de lo político que las sociedades podrían hacer suyas, compartir y construir desde su contexto local, o abrevar de su impacto en las opciones de transformación y crítica que encuentre viables y deseables.

No obstante, entre la ruta distorsionante y regresiva de vaciamiento político-social de la democracia (con unos criterios oligárquico-tecnocráticos), y el permeado cultural (mas no político-institucional) de impulsos trasformadores y críticos que, en términos incluyentes, pluralistas y humano-céntricos, dejó como legado el fermento aspiracional y progresista de 1989, con el fin de lograr una construcción democrática del Estado, poco o casi nada se avanzó en configurar una institucionalidad de ese calado y sentir público. Así, lo que vino sobre la marcha y más recientemente, en buena medida, no debiera sorprender: constituye un corolario de una serie de inconsecuencias, extravíos, deliberados agravios e inercias que bien pudieron sopesarse para recomponer el rumbo; asentando otros cursos, visiones y marcos de convivencia.

Un futuro cercano del modelo democrático: algunas agendas y respuestas

En general, ¿qué retos y campos potenciales de renovación deberá afrontar la política democrática en las próximas décadas del presente siglo? Ésta es una interrogante muy amplia y abarcadora, cuya respuesta requiere unos desarrollos extensos y bien meditados. Como lo anterior rebasa el alcance de un análisis apenas exploratorio, no obstante, valdría la pena al menos apuntalar ciertos criterios y rutas compartidas, con miras a elaborar una agenda política y cultural para las democracias contemporáneas. (Lo anterior debe por tanto concebirse como un esfuerzo esquemático, el cual se decanta por algunas áreas de abordaje del asunto. Éste por su complejidad y multidimensionalidad requeriría de la participación de múltiples disciplinas, perspectivas analíticas y enfoques de estudio; así como de su debido diálogo, depuración y articulación en conjunto.) Partiendo de ciertos niveles de tratamiento de la cuestión democrática, a continuación planteo algunos trazos sobre sus desafíos y escenarios críticos:

  • En lo político-institucional:

-El refuerzo y articulación de lo nacional-estatal con las escalas regional y global (y no sólo a un nivel local y subnacional), transversalizando visiblemente el papel que le tocaría jugar al componente democrático en sus espacios, ejercicios y sistemas de actores involucrados, delimitando sus límites y balances adecuados.

-El tendido y emplazamiento de prácticas coordinadas y trans-sistémicas de acción entre las áreas de política pública diversas de una entidad política-administrativa para afrontar situaciones críticas de la vida democrática de una colectividad que, por la complejidad de su escala y heterogeneidad, requieren abordajes más creativos, articuladores e integrales —disponiendo de herramientas como el co-diseño de políticas, considerando enfoques debidamente sustentados en el encuadre contextual y estructural de cada caso (Lewis, McGann y Blomkamp, 2019; Seitz, 2018)—.  

-El replanteamiento de los contenidos y procesos democráticos que articulen a las fuerzas políticas (activas y legítimas) durante las etapas de gobierno hacia modelos de convergencia y construcción de acuerdos fundamentales, comprometidas con el andamiaje estatal de largo plazo que supone una gobernanza democrática del Estado, al que en parte contribuyen (y son incapaces de erosionar o destruir) como eje de sustentabilidad de un sistema político-institucional más amplio.

-La asunción de un terreno estratégico y supra-gubernamental que al ser de competencia de actores diversos (políticos, estadistas, burócratas de carrera, expertos políticos y técnicos, líderes sociales y agentes ciudadanos), se convierta en una arquitectura macro-institucional o modelo de gobernanza como pilar del Estado en tanto organización política y jurídica (y en ese sentido, anticipatoria de su entorno futuro —como las comisiones o ministerios, existentes en algunos países, en materia de asuntos del futuro; para afrontar cuestiones como el cambio climático, la amenaza de pandemias, entre otros asuntos—) (Krznaric, 2019; Buskes, 2009: 411-414), más allá de los ejercicios gubernamentales que, por periodos o ciclos inter-electorales, se van sucediendo y dejan su contribución parcial a la vida política y social de los países.

-La constitución renovada de modelos organizativos más abarcadores y comprehensivos de la vida política, mediante una convergencia macro-sistémica y de unificación ideológica pluralista, de partidos, núcleos independientes de ciudadanos, redes políticas y movimientos de incidencia publica orientados temáticamente, por medio de nucleamientos políticos centrados en la gobernanza del Estado como un todo, y con incidencia en los mecanismos de representación, deliberación, control y promoción de decisiones en los espacios legislativos y sectoriales de dicha gobernanza democrática.   

  • En lo simbólico-cultural:

-Enfrentada a la proliferación reciente de expresiones polarizantes, extremistas y desestabilizadoras, donde predomina el discurso del odio, el miedo, la división y la acción violenta, el refuerzo y afirmación de una cultura democrática ante tal escenario turbulento es una piedra angular para la educación política de los ciudadanos e individuos, pero también para el moldeamiento del desempeño de las instituciones y sus agentes como una “savia” simbólica que permee en sus actos, decisiones y articulaciones prácticas al interactuar con varios actores y organizaciones a partir de su operación cotidiana.

-La escenificación y modelaje, mediante procesos creativos variados y sugerentes, de ejercicios de democratización en la vida cotidiana/colectiva de las personas desde etapas tempranas, con involucramientos en entornos socialmente microscópicos (escuela, medios de comunicación, espacios comunitarios, foros artístico-culturales, paneles temáticos, laboratorios sociales), pero que dejen una impronta significativa en su perfilamiento futuro como ciudadanos muy comprometidos con sus comunidades políticas más amplias.   

  • En lo socio-organizacional:

-La democratización del tejido asociativo de las agrupaciones sociales y comunitarias de la esfera civil, desde dentro y entre sus pares colectivos o en relación con los actores con quienes contienden, se articulan o dialogan en la arena pública, con base en criterios culturales, profesionales, técnicos, humanistas y transdisciplinares más idóneos y sostenidos para su perfilamiento como agentes claves en el ecosistema del ejercicio democrático que moldea a una sociedad moderna del siglo XXI.

  • En las mediaciones político-sociales:

-La interfaz política/sociedad requiere entenderse y apuntalarse de un modo más idóneo y sostenido como escenario que cataliza un conjunto crítico de energías, saberes, expectaciones, intercambios y realineamientos a lo largo de los sistemas formales y núcleos societarios, fomentando una labor creativa y dialógica entre actores involucrados y políticamente situados que se sumergen en la tarea democrática desde sus trincheras.

-Llegar e impregnarse del otro (como actor social y agente político), con marcos cognitivos, agendas aspiracionales y modos de coordinación activamente receptivos de sus universos y actos, requerirá de orientar este encadenamiento multi-actoral hacia fines educativos, legislativos, deliberativos, civiles, administrativos y gubernamentales que redunde en la calidad democrática de los asuntos públicos ahí abordados.     

La democracia que vendrá: entre la crítica y un espíritu innovador

Como deriva de lo previo, el reencauce democrático implicará asumir una tarea imaginativa y apasionante en los próximos decenios (Dasandi, 2019). Las condiciones y signos que afloran en la actualidad no parecen ser del todo claros, ni permiten plantear un diagnóstico sereno para orientar los esfuerzos de cambio. Tal vez asegurar sin más que existe un descenso y desapego con respecto a la democracia, no capture la condición más compleja y disímil que atraviesa su situación actual. Visto con mayor equilibrio el panorama, a lo que se cuestiona y toma distancia no sería a la democracia como un todo, sino al punto de estancamiento y nulidad sociopolítica en los que habría caído —o que se dejó en que cayera—. Diversas voces y rostros de expresión pública que, mediante manifestaciones y posicionamientos sociales, han surgido en los últimos meses de 2019 (de Francia a Reino Unido, de Chile a Colombia, de Líbano a Guinea, de Egipto a Hong-Kong, entre otros) parecerían indicar tanto un malestar como el ímpetu por la renovación del proyecto democrático. Que tan bien centradas y apuntaladas lleguen a canalizar sus energías y posturas dentro de una plataforma política e institucional, valorando tradiciones previas e incorporando innovaciones válidas y sostenidas, es todavía una incógnita por despejarse.

Referencias

Buskes, C. (2009). La herencia de Darwin. La evolución en nuestra visión del mundo. Barcelona: Herder.

Dasandi, N. (2019). ¿Falla la democracia? Eslovenia: Blume.

Eatwell, R. y Goodwin, M. (2019). Nacionalpopulismo. Por qué está triunfando y de qué forma es un reto para la democracia.  Barcelona: Península.

Finchelstein, F. (2019). Del fascismo al populismo en la historia. Madrid: Taurus.

Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA). (2019a). The Global State of Democracy 2019. Addressing the Ills, Reviving the Promise. Estocolmo: IDEA Internacional.

Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA). (2019b). El estado de la democracia en el mundo y en las Américas 2019. Confrontar los Desafíos, Revivir la Promesa. México: IDEA Internacional.

Krastev, I. y Holmes, S. (2019). La luz que se apaga. Cómo Occidente ganó la Guerra Fría pero perdió la paz. Madrid: Debate.

Krznaric, R. (2019). Why we need to reinvent democracy for the long-term. BBC Future. Disponible en: https://www.bbc.com/future/article/20190318-can-we-reinvent-democracy-for-the-long-term (Hay versión en español: Por qué necesitamos reinventar la democracia. BBC Mundo. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/vert-fut-47802956)

Lewis, J.M., McGann, M. y Blomkamp, E. (2019). When design meets power: Design thinking, public sector innovation and the politics of policymaking. Policy & Politics, xx(xx): 1–20. DOI: 10.1332/030557319X15579230420081

Seitz, T. (2018). The “Design Thinking” Delusion. Jacobin. Disponible en: https://www.jacobinmag.com/2018/10/design-thinking-innovation-consulting-politics

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